El tiempo del niño es hoy
En el lanzamiento del Proyecto “Promoción de los derechos de los niños en el Perú” en la Defensoría del Pueblo, Víctor Vidrañana, niño trabajador dijo: “He estado en Piura, he visto esas escuelas con calaminas en el techo que son un horno y también comunidades en las que no se alimentan…” y continuó relatando una realidad que no merece siquiera −como él señaló− ser recogida en el mensaje a la Nación el 28 de julio.
Cumplimos 20 años del más universal de los tratados, la Convención de los Derechos del Niño, que cambió radicalmente la visión de la infancia considerando a los niños, niñas y adolescentes como sujetos plenos de derecho y protagonistas de su destino. Se han producido grandes transformaciones a favor de los derechos de la infancia desde entonces armonizando las normas internas de nuestros países a los derechos consagrados en la Convención; creando instituciones especializadas de promoción y protección de los derechos de la infancia en el Estado y en la sociedad, elaborando planes nacionales de infancia y adolescencia que involucran los niveles centrales y locales del estado y asignando algunos recursos para tales políticas. Asistimos también a una creciente participación de los niños, niñas y adolescentes en organizaciones que los representan y que buscan incidir en normas y políticas públicas para que todos sean tratados sin discriminación, se considere el interés superior del niño en todas las decisiones de política, se les garantice la supervivencia y pleno desarrollo y para que su voz sea escuchada con efectos concretos en aquellos aspectos que afectan sus vidas.
Pero falta mucho por hacer, los niños y niñas sufren desnutrición crónica, muerte por neumonía, violencia física, sicológica y sexual, explotación laboral y sexual, trata, venta, pornografía, abortos clandestinos, plomo en sus pulmones; son reclutados en organizaciones armadas; no son registrados resultando inexistentes para el Estado; son indígenas y afro descendientes discriminados; no acceden aún al agua potable y sufren anemia, no tienen educación de calidad, están privados de libertad, no son escuchados, son mirados con miedo y reprimidos porque están en pandillas, padecen castigos físicos y humillantes en la casa y la escuela; adultos que padecieron como niños y niñas el conflicto armado interno y no han sido aún reparados, son excluidos por sus discapacidades… y más.
El pediatra y humanista polaco Janusz Korczak, quien murió en Treblinka luego de ser arrancado del Ghetto de Varsovia en donde mantenía un hogar de niños y niñas excluidos es considerado el padre de la Convención de los Derechos del Niño. Para él el tiempo del niño es el presente y su gran aporte es el concepto de la autonomía, la libertad y autodeterminación del niño como sujeto de derecho. Una visión moral y filosófica radical que debemos rescatar para que impregne nuestro compromiso estatal y social con la infancia. Los niños no pueden seguir invisibilizados, tampoco toleran sentimentalismos ni discursos sobre el futuro, quieren gozar sus derechos hoy.